La economía sobre dos ruedas

Juan Daniel Luna Juárez

Es difícil imaginar nuestra vida hoy en día, sin el tumulto de los vehículos, sin el enervante pitido de los cláxones o sin el constante estrés de cambiar de carril.  La inmensa vorágine de tráfico que a todos atrapa, de camino al trabajo, a la escuela, a comer o a dormir, inunda nuestras calles y nuestro tiempo. Ya sean las grandes avenidas, o las pequeñas manzanas, la realidad es que siempre terminan siendo insuficientes ante la demanda vehicular. Con todo esto, a nuestras calles solamente les queda crecer, a los lados o hacia arriba. No obstante, el espacio se termina y, lamentablemente, dos cuerpos no pueden ocupar el mismo lugar, al mismo tiempo.

Nuestros pulmones, deseosos de ejercicio y aire limpio, son consumidores pasivos de todas las emisiones vehiculares. Autos, autobuses, camiones, camionetas y motocicletas, en constante combustión, aportan todos sus granitos de arena, o de CO2, para ennegrecer el aire, que, por cierto, respiramos. Tan solo en la ciudad de México, según cifras de la FIMEVIC, una gigante masa de 3.5 millones de vehículos satura las calles. La población que no anda en algún transporte privado, lo hace en microbuses y combis de mediana y baja capacidad, que poco ayudan en aliviar el gentío y la congestión.

Si bien el solucionar todos los anteriores problemas, no puede ser el resultado solamente de una acción en concreto, sino de un gran conjunto, existe una alternativa, que lleva entre nosotros más de un siglo.  La bicicleta, un vehículo de dos ruedas, carece, al menos en su forma básica, de un motor. Propulsada solamente por dos piernas y el sudor de quien la conduzca, la “bici” no emite ningún contaminante, además de ocupar un espacio muy reducido y ayudar a la salud de su conductor. Ahora, analizando todas sus ventajas, surge la pregunta, ¿por qué no estamos utilizando la bicicleta como principal medio de transporte? Y la respuesta, la encontramos formulando otra interrogante, ¿quién va a querer utilizarla en una inmensa ciudad repleta de contaminación, carente de ciclovías, donde las distancias de traslados son enormes, y se anteponen los vehículos a las personas? No es difícil encontrar respuesta a dicha incógnita, lo complejo nace cuando se observa el panorama completamente.

La contaminación, las enfermedades cardiovasculares y la perdida de eficiencia por el tráfico, son todos problemas que atañen a la economía de una ciudad y por lo tanto de un país; y el uso de la bicicleta, se coloca como la solución de todos ellos. Por un lado, el dejar de utilizar el automóvil privado o el transporte público de media y baja capacidad, para los traslados cortos, remplazándolo por la bicicleta, haría una amplia diferencia; pues tan solo los dos anteriores representan el 86% del transporte en una ciudad como la CDMX. Una alternativa nada despreciable si contamos con que, según cifras del INEGI, el sector económico de transportes, correo, entre otros, le costó al gobierno mexicano, cerca de 326 mil 823 millones de pesos. A su vez, esto disminuiría los congestionamientos viales, que a los habitantes de la ciudad de México les quita cerca de 227 horas extra al año. Horas que pierden en productividad dentro de sus trabajos, pero también pierden para pasar con sus familias, o para realizar alguna otra actividad.

Por otro lado, las enfermedades cardiovasculares, ECV por sus siglas, se han convertido en la mayor causa de muerte a nivel mundial, llegando a abarcar cerca del 30% del total. Tan solo en México, según cifras del INEGI, en 2013, hubo 113 240 defunciones; 1 cada 4.5 minutos. Es cierto que muchos factores influyen en el desarrollo de las ECV, sin embargo, la vida sedentaria y la falta de actividad física, se vuelven determinantes en cuanto al padecimiento de ellas. La bicicleta, por su lado, es un gran ejercicio físico y puede ser una gran herramienta, para impulsar en la gente una vida más saludable y activa, contrarrestando así la posibilidad de contraer dichas afectaciones a la salud. Esto no solamente reduciría la cantidad del presupuesto público destinada el tratamiento de las ECV, sino que impulsaría a un incremento en el porcentaje de personas adultas saludables y, claramente, una persona sana, es una persona más productiva.

Aún con todas las externalidades positivas del uso de la bicicleta, son las negativas en las que los gobiernos deberían enfocarse para internalizarlas y así para promoverlo. Sin lugares seguros y bien diseñados por donde transitar, los conductores de bicicletas se ven en la cruda necesidad de internarse en las calles vehiculares, en donde apenas son respetados y son altamente vulnerables. Según El informe sobre la Situación de la Seguridad Vial en México 2014 los ciclistas constituyeron en promedio el 1% de los muertos por hechos de tránsito. Sin embargo, la misma Secretaría de Salud hace hincapié en la dificultad determinar con exactitud la cantidad de accidentes por colisión que tienen los ciclistas. Ya sea omisión o por insuficiencia de las autoridades correspondientes, los datos que se tienen actualmente no representan, ni de lejos, una realidad que pinta ser más oscura que en el papel. Aunado a esto, actualmente ya existen un número considerable de ciclistas, que deben convivir día a día, con la contaminación excesiva emitida, sobre todo, por el transporte público. Estas personas someten sus sistemas respiratorios a compuestos los cuales, se ha comprobado, aumentan el riesgo de sufrir enfermedades cardiacas, pulmonares o hasta un infarto cerebral. También, por si fuera poco, provocan cáncer y aumentan potencialmente el riesgo de muerte prematura, así como la frecuencia y gravedad de enfermedades respiratoria.

Los gobiernos deben entender todos los beneficios que el utilizar la bicicleta genera dentro de la economía y la sociedad. Ya en ciudades como Ámsterdam se han visto todos los efectos positivos de esta práctica, y, a pesar de partir de contextos distintos, es posible aplicarlo a nuestra realidad. Es cierto que aún faltan por resolverse muchos problemas como el transporte público, irónicamente, deficiente y excesivo, además de mal regulado; el terrible diseño urbano, que ha hecho ciudades para vehículos, no para personas o el imparable y descontrolado crecimiento urbano, pero es posible comenzar paso a paso.

Para poder avanzar como sociedad, tendremos que aprender de nuestros errores, retomando cosas que creíamos anacrónicas e inútiles. La bicicleta podrá tener mas de cien años y sin embargo hoy en día sigue vigente su uso e implementación, para crear una mejor economía, pero también un mejor desarrollo.

Referencias

FIMEVIC. (s.f.). Diagnóstico de la movilidad de las perosnas en la ciudad de México. Ciudad de México: INFODF.

Mayoraga, J. P. (2018). El aire que respiro, el estado de la calidad del aire. Green Peace, 1-17.

Méndez, E., & Cantillo, P. (01 de Diciembre de 2015). Inegi: el costo ambiental representa 5.3% del PIB. Excelsior.

Rosas Peralta, M., Arizmendi, E., & Borrayo Sánchez, G. (2016). ¿De qué fallecen los adultos en México? Impacto en el desarrollo económico y social de la nación. La carga global de los padecimientos cardiovasculares. Revista Médica Instituto Mexicano del Seguro Social, 99-103.

Secretaría de Salud. (2016). Más ciclistas, más seguros. Guía de intervenciones para la prevención de lesiones en ciclistas urbanos. Ciudad de México: IDTP.

TOMTOM. (2016). Traffic Index. Obtenido de Mexico City: https://www.tomtom.com/en_gb/trafficindex/city/mexico-city

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