Por Isael Pérez Olivier
Todavía es temprano para hacer un verdadero recuento de los daños, de lo que literal, fue una madriza que le asestó Laura Alejandra Ramírez Ortiz y no solo a la catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, de nombre Laura N.; sino también, a todos los activos de la familia, empezando por la reputación y el prestigio académico y político del que por muchos años gozaron los Ortiz. Hoy, sus dos instituciones insignia: la máxima casa de estudios y el Partido Alianza Ciudadana, se encuentran en una severa crisis de credibilidad e imagen, que les será difícil de sortear. Y es que, ni el Rector Serafín Ortiz Ortiz, que salió tarde para ganar tiempo, logró dimensionar el alcance del problema y por obvias razones, no pudo contener la andanada de protestas estudiantiles y ciudadanas con las que se repudiaron los actos gansteriles de su sobrina. Claro, como buen tío lo intentó, pero en esta ocasión no pudo cubrir los hechos y darle un cierre a modo al nuevo escándalo generado por la Diputada local, y digo nuevo, porque quienes conocen el temperamento de la Doña, en cuyas venas corre sangre oaxaqueña, aseguran, que nadie se atreve a sostenerle la mirada, muchísimo menos a decirle que no, porque los pocos que se han atrevido, fueron blanco de abusos físicos, que van desde los empujones hasta las cachetadas y por lo cual nunca estuvo sujeta a alguna sanción.
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