Andrés A. Solís
Entre octubre y diciembre de 2018, México vio pasar por su territorio a varias decenas de miles de personas migrantes, la enorme mayoría proveniente de Honduras. Fueron las primeras caravanas, las primeras oleadas de personas que en pocas horas inundaron la frontera sur y llegaron caminando hasta la capital del país.
Miles continuaron su camino a Estados Unidos, otras decidieron regresar a su país y muchas más se quedaron en territorio nacional, a la espera de mejores condiciones de vida.
En aquel 2018 que ya se ve lejano, la prensa nacional e internacional hicieron una cobertura sin precedente; los medios desplazaron a sus periodistas a varias entidades del país y acompañaron a los diferentes contingentes desde el sur hacia el norte.
En este 2021, enfrentamos una nueva oleada migrante, donde ahora la mayoría es de origen haitiano y ahora vemos una reacción distinta desde el poder público.
¿Y cómo estamos haciendo la cobertura periodística?
Sin duda alguna, esta nueva crisis migratoria es uno de los sucesos noticiosos más relevantes, que no podemos dejar de mostrar y reportar, pero sin olvidar que estamos hablando de un fenómeno que va más allá, mu-cho más allá de las simples tragedias personales.
En principio debemos reconocer a las personas en situación de migración como lo que son: personas y por lo tanto, tienen derechos y como me-dios y periodistas no podemos vulnerarlos.
La migración es un derecho, de tal manera que tampoco podemos criminalizar la decisión de una persona que busca cambiar su vida, ni tampoco significa que el ser migrante la convierte de facto en víctima y por lo tanto medios y periodistas deben tener cuidado en los conceptos que uti-lizan para referirse a estas personas.
Destacar las historias de vida no sirve para poner en contexto la realidad de las al menos 70 mil personas que en este momento se encuentran en las ciudades de Tapachula y Huixtla, en Chiapas. Una historia de vida es eso, solo una historia de vida que no refleja las del resto, así que debemos acompañar esas historias de vida con datos, con estadísticas, con información verificada y verificable de la situación en los países de origen que obliguen a la migración.
Por supuesto que la actuación de las autoridades del Instituto Nacional de Migración y Guardia Nacional ha sido excesiva y violenta, y como periodistas debemos documentarlo para informar sobre la forma en que se violan los derechos de estas personas migrantes, aunque también hace falta información sobre los protocolos de actuación que deberían tener estas autoridades, preguntarnos: ¿quién les da capacitación?, ¿cuáles son los métodos que deben cumplir el INM y GN para contener a las personas migrantes?, ¿quién dio la orden directa?, ¿dónde está esa orden por escrito?
Y a la par, debemos poner especial atención al impacto que estas cara-vanas están dejando en las comunidades por donde caminan. El impacto sanitario, el impacto a los servicios de salud, a la infraestructura y los servicios en estas localidades que no tienen la capacidad de albergar a miles de personas, y la incapacidad de los gobiernos municipales para atenderlas sin discriminación y procurando que no haya actos de xenofobia contra estas poblaciones migrantes.