Opinión de Isael Pérez Olivier
Para algunos, el linchamiento del presunto atacante sexual de una menor en el municipio de Nativitas, fue justicia divina. Para otros, constituye un atroz homicidio que debe ser esclarecido con la misma prontitud con la que los habitantes del lugar juzgaron, sentenciaron y ejecutaron la pena de muerte contra el sujeto al que señalaron como autor de la supuesta agresión. Se trata, sí, de un caso polémico que divide las opiniones, pero que bajo el amparo de la ley no debe dejar ningún rastro de impunidad. Y esto es así, porque el lamentable resultado de ese día, pone al descubierto no solo una psicosis colectiva que se desbordó a la primera provocación de una simple sospecha, sino también, la ineficacia de las instituciones encargadas de brindar seguridad y de procurar justicia, tanto a la víctima como a su victimario.
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