Cómo dinamitar la construcción de la 4T en Tlaxcala en tres años de gobierno

Raúl Contreras Flores

Si bien, al gobierno del ex Presidente Andrés Manuel López Obrador no se le puede considerar como de “izquierda” si se parte de lo que contempla estrictamente la teoría clásica del marxismo-leninismo, sí se puede establecer que fue una presidencia progresista-nacionalista, o, como él mismo la definió, una administración “humanista”, a partir de la cual cimentó su proyecto de nación al que denominó como la Cuarta Transformación, la revolución pacífica de las conciencias.

Luchador social y líder político con más de 50 años de trayectoria iniciados en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), luego cofundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y, finalmente, creador y líder indiscutible del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), López Obrador proclamó tres máximas que identificaron a su gobierno: ¡No mentir, no robar y no traicionar!, ¡Por el bien de todos, primero los pobres! y ¡Con el pueblo todo, sin el pueblo nada!

Apoyado en un desbordado pragmatismo dio cabida en el recién creado partido a tránsfugas de todo signo ideológico, aun a los más confrontados con los principios e ideario político lopezobradorista.

Tal fue el caso de la entonces priista Lorena Cuéllar Cisneros, quien, al no obtener la candidatura al gobierno del estado en el proceso electoral del 2010 –derrotada por Mariano González Zarur-, intentó ser candidata al Senado de la República en 2012. Sólo que enfrente tuvo como aspirante al mismo cargo a su tío Joaquín Cisneros Fernández, con quien no se quiso confrontar y prefirió brincar al PRD, donde contó con el apoyo y simpatía del tabasqueño.

Con la extinta Martha Palafox Gutiérrez, como compañera de fórmula, obtuvieron el triunfo en la contienda electoral, dejando en el camino a la dupla panista integrada por Adriana Dávila Fernández y Héctor Israel Ortiz Ortiz. De la fracción perredista saltó al Partido del Trabajo (PT).

Después de convertirse en diputada federal y más adelante ser nombrada coordinadora de los Programas de Desarrollo en el estado de Tlaxcala, siempre contando con la confianza del mandatario federal, fue elegida candidata al gobierno del estado por la coalición “Juntos Haremos Historia en Tlaxcala”, integrada por los partidos Morena, del Trabajo, Verde Ecologista de México (PVEM) y los locales Nueva Alianza Tlaxcala (Panalt) y Encuentro Social Tlaxcala (PEST). Atrás quedaron Ana Lilia Rivera Rivera y Dulce María Silva Hernández.

Sólo que, tras convertirse en la candidata ganadora más votada de la historia en la entidad tlaxcalteca, al obtener 305 mil 468 votos a su favor, nadie se imaginó que, a partir de ese 31 de agosto del 2021, día en que rindió protesta como gobernadora, en Tlaxcala se comenzaría a vivir el peor gobierno de las últimas cuatro décadas.

La vox populi mencionaba que las peores administraciones estatales se habían padecido con Héctor Ortiz o Mariano González Zarur, sin embargo, éstos nunca se autoproclamaron “adalides” de la democracia, tampoco se identificaron como “luchadores sociales”, mucho menos ser de “izquierda”. El pueblo votó por ellos y los hizo ganar con sus defectos y virtudes. No hubo traición a ideales, ni a principios.

Todo lo contrario a la actitud asumida por el gobierno lorenista, en donde se roba, se miente y se traiciona la ideología y principios de quien la llevó al poder, en efecto, el expresidente Andrés Manuel López Obrador.

Por cuestión de espacio sólo citaré de manera superficial algunos ejemplos, como la ocupación de la azotea del Museo de Arte de Tlaxcala (MAT), la concesión del Hotel San Francisco Tlaxcala, el fracasado proyecto del Autotren y el también cuestionado proyecto del Libramiento Calpulalpan, todos realizados con total opacidad. Además de la concesión de los módulos médicos que dan servicio a los trabajadores del gobierno estatal, municipios y poderes.

El dispendio de recursos públicos en la exagerada promoción y realización de eventos deportivos de carácter internacional, particularmente en el caso del voleibol de playa organizado de la mano de la directora de la Conade, Ana Gabriela Guevara, sobre de quien pesa el señalamiento de haber sido una de las funcionarias más corruptas en el gobierno de López Obrador. Aparte de negar de manera sistemática la presencia de grupos criminales en territorio tlaxcalteca.

Asimismo, ejercer el control absoluto de la LXV Legislatura local para aprobar reformas constitucionales, así como el Presupuesto de Egresos en su beneficio político personal y familiar.

Y, apenas el pasado sábado acaba de imponer como presidenta del Comité Ejecutivo Estatal de Morena a la ex diputada plurinominal Marcela González Castillo, esposa del presidente municipal capitalino Alfonso Sánchez García, hijo del ex gobernador Alfonso Sánchez Anaya. Una “dirigente” sin trayectoria, sin trabajo con la base morenista y, por supuesto, sin experiencia política. Seguramente la marioneta que necesita la mandataria para preparar el camino de la sucesión gubernamental, alguien que le cuide las espaldas.

Todo esto ante la complacencia o complicidad de las bases morenistas tlaxcaltecas, las que se encuentran sojuzgadas, humilladas y en un rincón abandonadas.

Así se dinamita el proyecto de la Cuarta Transformación -hoy en la construcción de su “segundo piso”-, por parte de la clase política morenista y aliados en Tlaxcala: “sí robar, sí mentir y sí traicionar”.