Lorebots, funcionarios y burócratas estatales llenan las redes sociales de halagos y zalamerías a la gobernadora

Raúl Contreras Flores

Ya lo había adelantado el pasado lunes el periodista Martín Ruiz en su columna “Señorío Tlaxcalteca”, titulada ese día “La fábrica de Lore Boots”, y no se equivocó. Ahí anunció la “llegada de una nueva ‘estratega’ y ‘experta’ para rescatar la deteriorada imagen de la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros, quien ya contrató a la consultoría de Gabriela Cuevas Barrón”, (la que) el pasado martes por la tarde presentó ante los miembros del gabinete legal y ampliado su ‘fórmula mágica’ para reposicionar a la mandataria”.

Dicho y hecho, la “innovadora” y “brillante” estrategia publicitaria ha sido puesta en marcha. Hoy, a diario y a todas horas se publican imágenes y mensajes de la gobernadora neomorenista en las redes sociales, para que de inmediato sean retacadas de “felicitaciones” y zalamaría por parte de sus funcionarios y empleados de gobierno, pero, sobre todo, de bots, es decir, de “personas” que no existen.

En donde destacan algunos funcionarios que en anteriores actividades desempeñadas en distintas dependencias públicas recibieron el reconocimiento a su labor desempeñada, y ahora se han convertido en simples “focas aplaudidoras”, atrapados por el canto de las sirenas, sin reflexionar en el triste y lamentable papel que juegan en esta fracasada administración estatal.

Patrones de texto que se repiten una y otra vez, que ofenden a la mínima inteligencia humana y que rayan en vil servilismo y ramplonería, mientras que las voces discrepantes son, literalmente, borradas.

Perfiles de la mandataria estatal y del gobierno del estado en los que no se permite publicar la justa protesta de los ciudadanos ante la diversidad de problemas que enfrenta la entidad tlaxcalteca, el más grave de éstos identificado en la creciente inseguridad expresada en el aumento de enfrentamientos con armas de fuego, los homicidios dolosos, los asaltos a mano armada cometidos enfrente de los cuarteles policíacos en pleno Centro Histórico de la ciudad capital, robos a casa-habitación, el hallazgo de cadáveres humanos con signos de violencia, feminicidios, no localización de personas, entre otros. Amén de la corrupción e impunidad que imperan en la administración estatal.

A esta “gran estrategia” publicitaria se suman las entrevistas contratadas por Lorena Cuéllar con su medio consentido, en efecto, “El Heraldo”, tanto en su versión de radio como de televisión. Medio perteneciente al corporativo empresarial de la comunicación con el que se habían establecido turbios negocios que hasta el momento no han sido aclarados, me refiero a la renta, préstamo o comodato, entonces formalizado con la frecuencia de Radio Altiplano 96.5 FM.

Una de esas entrevistas la sostiene con uno de los principales detractores del presidente Andrés Manuel López Obrador, me refiero a Javier Alatorre, ariete de Ricardo Salinas Pliego, el propietario de Grupo Salinas (TV Azteca, Elektra y Banco Azteca), quien presuntamente adeuda al fisco alrededor de 35 mil millones de pesos, más otros cuantiosos créditos fiscales. En tanto que los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), encabezados por su presidenta Norma Piña, además de rehusarse a dar respuesta a los amparos interpuestos y tener congelado este asunto por más de 10 meses, en días pasados admitió a trámite otro recurso más interpuesto por este empresario, considerado uno de los cinco hombres más ricos del país.

Quizá para “rescatar la deteriorada imagen de la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros” no se necesite sólo recurrir a una cirugía cosmética mayor ni a una “cirugía” publicitaria, sino lo que se necesita es entregar buenos resultados en beneficio de los diferentes estratos sociales, y no únicamente promover eventos que privilegian los grandes negocios en beneficio de las autoridades gubernamentales y acaudalados empresarios amigos o emparentados con el poder público.

A todo esto, sería conveniente que se transparentara el costo que tiene para el erario la consultoría que intenta lavarle la cara al gobierno lorenista.