Raúl Contreras Flores
Quizá para algunos “analistas” no fue ninguna sorpresa el que los actuales senadores, Ana Lilia Rivera Rivera y José Antonio Álvarez Lima, resultarán ser nuevamente los elegidos para convertirse en los candidatos morenistas para el proceso electoral del próximo dos de junio, y tener la posibilidad de repetir otro período en el mismo cargo. El también ex gobernador tlaxcalteca encabeza la primera fórmula, en tanto que Rivera Rivera, una de las fundadoras de Morena, lo hará en la segunda fórmula.
Sin embargo, afirmar que ya todo estaba decidido por el “dedito” presidencial es caer en apreciaciones reduccionistas, ya que el hecho de que la definición de las candidaturas para la entidad tlaxcalteca se haya postergado hasta el último bloque, habla del presumible “jaloneo” que se presentó entre los intereses de la clase política local, representados por la “restructurada” gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros y el ex mandatario Alfonso Sánchez Anaya, y lo que requiere el presidente Andrés Manuel López Obrador para dar continuidad a su proyecto de nación, a partir de la necesaria aprobación de las reformas constitucionales.
Y para ello necesita contar con legisladores leales, afines a su pensamiento ideológico y comprometidos con el proyecto de la Cuarta Transformación del país. Condiciones que no reunió la propuesta lorenista encabezada por el infuncional ex secretario de Gobierno, Sergio González Hernández; el ex diputado local acusado de participar en los llamados “fondos moche”, y todavía oficial Mayor de Gobierno, Ramiro Vivanco Chedraui; y la inexperta e improvisada ex titular del instituto del deporte, Madaí Pérez Carrillo, cuyo mayor mérito fue acompañar a la gobernadora en el largo periplo turístico por varios estados de la República, so pretexto de promocionar el fracasado mundial de voleibol playero.
Por su parte, Sánchez Anaya pretendió imponer a su hijo Alfonso Sánchez García, ex secretario de Infraestructura, quien, al igual que la también ex maratonista, carece por completo de trayectoria y trabajo político-partidista. Fracaso que se sumó al de aquel año de 2004, cuando también trató de heredar la gubernatura a su esposa, la entonces senadora María del Carmen Ramírez García; otro de sus peones lo fue Jorge Corichi Fragoso, sin duda, uno de los peores presidentes municipales que ha padecido la capital tlaxcalteca.
Los demás aspirantes no tenían ninguna posibilidad de resultar electos, salvo la diputada federal Dulce María Silva Hernández, quien, seguramente, buscará repetir en su cargo dada la estrecha cercanía que tiene su esposo, César Yáñez, con el presidente López Obrador.
El fuerte golpe asestado a las ambiciones de la clase política local lorenista-sanchezanayista, muy posiblemente sea el primero de otros más, debido al desgobierno que priva en la entidad tlaxcalteca, envuelto en el glamour, la corrupción, la impunidad, el derroche de recursos, la opacidad y la simulación, de lo cual seguramente ya se tomó nota en Palacio Nacional.