Raúl Contreras Flores
Si como lo declaró Diego Corona Cremean, secretario de Infraestructura, con el sembrado de esas plantas se oxigenará el agua y disminuirán los malos olores, y a largo plazo –aunque no precisó cuántos años o sexenios- se podrá combatir la contaminación, entonces se tendrían que acondicionar terrazas con ese tipo de plantas a lo largo de los 120 kilómetros del río Zahuapan.
De obtenerse los resultados anunciados se estaría ante la presencia de un fenómeno natural verdaderamente asombroso, fantástico, difícil de creer, por lo que este sistema se tendría que implementar de inmediato en los otros cuatro ríos del país altamente contaminados y así purificar sus aguas y eliminar todos los elementos y sustancias nocivas, algunos de estos generadores de cáncer, entre otras enfermedades no menos dañinas para el hombre y el medio ambiente.
Sin embargo, en el hipotético caso de que este singular método algún día llegara a dar buenos resultados, lo primero que se tendría que garantizar sería la permanencia de las terrazas junto con sus plantas en el lecho del río, asunto que está verdaderamente complicado. Explico por qué.
El nivel promedio del espejo del río está perfectamente identificado sobre las caras internas de los muros de contención, las huellas salitrosas provocadas por la humedad se distinguen con bastante claridad; no obstante, el nivel de las terrazas se encuentra a la misma altura o, peor aún, por debajo de esas huellas.
Esto significa que, al primer aguacero torrencial que se presente en la ciudad capital, los jardines, junto con sus plantas oxigenadoras, irremediablemente serán arrastradas por la fuerte corriente, a pesar de los diques de contención que, ex profeso, han sido colocados.
SEGUNDA OBSERVACIÓN
Es importante conocer la asesoría prestada por el experto personal de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), puesto que, al parecer, olvidaron o hicieron a un lado la memoria histórica del río Zahuapan; por lo observado se puede presumir que en el archivo quedaron los registros de las fuertes precipitaciones pluviales, calificadas como atípicas, que en los últimos años han azotado a la entidad tlaxcalteca -producto del calentamiento global-, las cuales han provocado severas inundaciones en varias regiones, incluida la ciudad capital.
Cómo olvidar el siniestro ocurrido en los años 90, cuando se suscitó el desbordamiento del río Zahuapan, precisamente en el puente de La Garita de Tizatlán, provocado por un torrencial agüacero que arrastró basura, maleza y pequeños arbustos, situación que provocó alarma entre los vecinos de la zona. O los desbordamientos que se han presentado en años recientes.
De presentarse una situación similar, se corre el riego de que, a esa pésima costumbre de tirar todo tipo de desechos al río, se sume ahora el material vegetal y pétreo de las terrazas.
Sería interesante conocer también si el personal de la Conagua incurrió en omisión o, quizá, simplemente cedió a un capricho u ocurrencia más de la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros, lo que significará, literalmente, tirar millones de pesos del erario a la basura.