Por Isael Pérez Olivier.
Se veía venir. El proyecto transexenal del exgobernador de Tlaxcala se anunció con mucho tiempo de anticipación. Su plan A, siempre fue su hijo, el actual secretario de Infraestructura Alfonso Sánchez García; y el plan B, su nuera, la Diputada local Marcela González Castillo. La pareja, es su apuesta personal y ha sido ungida como la única y digna heredera del grueso capital político, con el que asegura, todavía cuenta el exmandatario perredista, y con el que, según sus cálculos más conservadores, le alcanzaría para colocar en el Senado de la República a su vástago en el 2024, y más tarde, por qué no, hacerlo gobernador en el 2027. Poncho “El Chico”, llevaría mano en las nominaciones, y de ser necesario, Doña Marcela podría entrar al quite para seguir con el linaje real. Pero como ocurre y más en estos casos, sus aspiraciones se encontraron con algunos inconvenientes al paso del tiempo. Su salida de la Secretaría de Gobernación lo disminuyó políticamente, perdió mucho margen de negociación en la cúpula cuatroteísta, y provocó que entrara en una etapa de ansiedad y desesperación durante su aparente retiro del escenario nacional. Su crisis por la abstinencia política lo llevó a cometer un error de principiante: primero, por permitirle a su hijo hablar públicamente de sus aspiraciones, y luego, por llevarlo a una reunión con trabajadores de una maquiladora en Huamantla, donde no sólo les externo sus pretensiones de ser Senador, sino que lo hizo ofreciendo la gama de programas sociales estatales y federales. Hechos que podrían ser materia de impugnación en el proceso interno de Morena y constitutivos de delitos electorales y penales. Sí, como verá, Alfonso Sánchez García podría tener un pie fuera de la Cámara Alta del Congreso de la Unión, y el otro, dentro de una fría celda, o al menos, de un tribunal donde debería aclarar el porqué de sus actos y sus dichos. Así de simple es.
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