Las histerias y las historias de Lorena Cuéllar. Segunda parte…

Por Isael Pérez Olivier

El silencio en los canales oficiales es la confirmación tácita sobre el rápido deterioro de la salud de la Gobernadora de Tlaxcala. Afirmar lo contrario sería tanto como tratar de engañarme e intentar lo mismo con Usted. Sí, porque resultó innegable para su equipo de prensa, aclarar o refutar el viaje a San Antonio, Texas, Estados Unidos, lugar donde la mandataria se realizó el chequeo médico que le permitirá acceder a los tratamientos más avanzados para su padecimiento; pero mientras ese silencio lapidario permea, sigue fluyendo más información sobre su expediente clínico, que nada bueno le augura a la titular del Poder Ejecutivo local. Ahora, al ya de por sí difícil tema de su enfermedad localizada en la parte interna del estómago, se suma una aparente parálisis facial, que la obligó, hasta antes de su viaje, a ocupar el cubrebocas para ocultar la rigidez -al parecer del extremo derecho de su rostro-. Aunque las fuentes consultadas no me lograron determinar, si la causa que le provocó el problema fue un hilo ruso defectuoso, o si ese preocupante episodio estético le puede ser atribuible a las crisis nerviosas por las que atraviesa constantemente, derivadas de las presiones del quehacer gubernamental y del extenuante ritmo de vida, o por los conflictos al interior del seno familiar que no le dan tregua ni en el remanso de la residencia oficial.

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