José Gerardo Meneses Carrizosa
El pasado primero de julio, todos los lo supimos, se cumplió un año de la elección del 2018 en donde el tsunami de MORENA nos planteó una nueva realidad para quienes vivimos en este país.
Para bien y para mal.
Si de casualidad, a alguno de mis cuatro lectores se le quería olvidar la fecha, el Presidente Andrés Manuel López Obrador nos lo recordó por todos los medios con su magna celebración en el zócalo de la capital del país, presentando una nueva narrativa consistente en hacer creer sobre el fin de la corrupción, la eliminación de la mafia del poder y el avance de la cuarta transformación.
También nos dijo, según él, haber cumplido con 78 de los 100 compromisos anunciados el primero de diciembre del 2018, cuando tomó posesión como presidente de México.
En realidad, a quienes asistieron a la plaza pública poco les importaron algunas de las muchas ideas destacadas en el escenario montado para su celebración, lo mejor era estar presente en la capital del país, llenos de fe, viendo y escuchando e idolatrando a su líder.
No hacen falta pruebas y sobra todo que se diga en contra, ellos creen en todo lo hecho después de cinco meses de presidente electo y siete como jefe máximo del estado mexicano, esto a pesar de que el mensaje de Andrés Manuel López Obrador sigue montando en el desmantelamiento del viejo régimen y en supuestas acciones de combate a la desigualdad social, las cuales parecen tener como objetivo principal borrar de la mente de los mexicanos los casi ochenta años de régimen priista y los doce de los gobiernos panistas.
Dicho lo cual, insistiré en decir, estamos ante una nueva forma de gobernar, la cual debemos ver desde esa óptica y equivocados estaremos todos si esperamos del actual Presidente algo similar a lo hecho por quienes lo antecedieron, no importa el partido del cual hayan emanado para sentarse en la silla del águila.
Si no me lo cree, aquí le dejo este sencillo hecho acontecido en días pasados.
Mientras en Japón estaban presentes los líderes integrantes del G20, en Oaxaca, empeñado en comportarse de manera diferente, Andrés Manuel con un collar de flores en el cuello inauguraba una carretera rural.
Sin embargo, en tanto el presidente insiste en este cambio, los de MORENA aquí en Tlaxcala siguen empeñados en vicios del viejo régimen, cometiendo los mismos errores, como si no entendieran cómo están cambiado las cosas.
Si no me lo cree, vea el actuar de la superdelegada Lorena Cuéllar, rodeada de su séquito y corifeos, los mismos que en el 2016 la llevaron a la derrota.
Apenas con algunas nuevas adquisiciones en su equipo de trabajo, Cuéllar Cisneros sigue cometiendo los mismos errores de hace tres o cuatro años, cuando estaba construyendo desde el Senado su candidatura como aspirante a la gobernatura de Tlaxcala.
Pretende hacer su base de electores a partir de la entrega de apoyos y gestionando servicios para sus simpatizantes.
Si hace años lo hizo desde la Fudestac, ahora lo hace desde la Delegación del Bienestar, fotos posadas, promesas de más ayudas, otorgamiento de algunas plazas laborales, reuniones durante fines de semana y por las noches, prometiendo y dejándose engatusar por los mismos que hace poco más de dos años gritaban: “Lorena ya eres gobernadora”.
Si eso no bastara, la apuesta por la derrota parece ser mayor, pues ahora a todos lados a donde va, se deja ver con los exlíderes del Sindicato 7 de Mayo, Guadalupe Rodríguez y Pedro Erazo, sobre quienes pesa una expulsión del organismo sindical burócrata por supuestos malos manejos finanzas.
Y si bien es cierto que la marca de MORENA será un gran empuje para quien quiera gobernar Tlaxcala, no deberían confiarse, pues divididos quizás no les alcance para ganar, más aún si en las boletas no estará Andrés Manuel.
La división es evidente, para nadie es mentira que para un lado jalan los Senadores Joel Molina y Ana Lilia Rivera, arropados por la estructura del Movimiento de Regeneración Nacional, y para otro lado, totalmente opuesto, jalan Cuellar Cisneros y sus seguidores.
Y a la merma de votantes rumbo al 2021, súmele usted la insistencia de los legisladores, tanto federales como locales, por hacer que al pueblo sabio y bueno no se le olviden sus fallas como representantes populares.
Poca duda tengo, la realidad los alcanzará y de poco servirán las buenas acciones que, insiste el Presidente, se están haciendo para hacer de México un mejor país.