J. Gerardo Meneses Carrizosa
Me había propuesto no usar esta frase, a pesar de tenerla en mente desde hace más de cinco meses, fecha en la cual comenzó esta administración, más aún cuando en estos tiempos parece ser muy común y el sólo mencionarla trae consigo racismo, clasismo y hasta discriminación.
Sin embargo, hablar de fifís o chairos, se hace a diario en diferentes casas, mesas de café y círculos sociales.
Y aunque pareciera estar de moda clasificar como chairos o fifís a los mexicanos, con satisfacción observo el sentir de un gran número de ciudadanos, quienes parecen no estar dispuestos a participar más en esta polarización, la cual lamentablemente está propiciada desde las más altas esferas del poder.
Por eso, hoy quiero hacer especial referencia a la marcha del pasado domingo.
No sé si fueron decenas, cientos o miles de mexicanos quienes salieron a manifestar su rechazo a la actual administración, pero ya alguna vez lo he expresado – y ahora lo reitero – hasta hoy no he visto respuesta satisfactoria o solución alguna a las problemáticas nacionales a través de una marcha.
Si no me cree, nada más haga memoria, el 26 de cada mes, desde hace poco más de cuatros años, cientos de mexicanos marchan bajo la consigna de “¡vivos se los llevaron… vivos los queremos…!” y a pesar de esta constante, hasta el momento nos siguen faltando 43.
Y así podemos seguir recordando marchas sin ver solución alguna: el precio de la gasolina no baja, las reformas a la Ley de educación continúan, la desaparición de las estancias infantiles no se echó para atrás y así etcétera, etcétera.
Con base en esto, diría entonces, la marcha del domingo pasado hace surgir mi escepticismo ante este tipo de manifestaciones sociales, más aún cuando esta marcha en especial, llevaba como consigna principal, la renuncia del Presidente de México.
Algo totalmente fuera de la ilegalidad y casi imposible ante lo estipulado en Nuestra Carta Magna.
No obstante, la marcha no puede pasar desapercibida, máxime cuando hemos visto la caída del Presidente en la aceptación ciudadana.
A pesar de esto, sigo considerando, tal y como lo han hecho saber cientos de mexicanos, no es con descalificaciones ni dividiendo como va a salir adelante este país.
Por eso, aunque esta columna pareciera una piedra lanzada al sol, por la mínima reacción ocasionada una vez escrita y leída, espero haga efecto en mis pocos lectores, en el sentido de llamar a la unidad y al cambio desde uno mismo, terminando de una vez por todas con las descalificaciones contra amlovers o contra quienes dicen ser anti AMLO.
Reflexionemos: la insatisfacción social ante la inseguridad, la creciente impunidad y la falta de oportunidades, males surgidos, dicho sea de paso desde hace un par de décadas, tiene ya muy enfrentado al colectivo nacional como para buscar dividirlo aún más.
Por eso, no dudaría en pronosticar un escenario peor si continuamos calificando a unos como buenos y a otros como malos, es decir, a unos mexicanos como chairos y otros como fifís.
Dicho la cual, bien valdría le pena empezar a pensar como si todos fuéramos un todo en busca de un bien nacional.
Y de entrada, quienes ostentan el poder o tienen la oportunidad de ser parte de este proyecto, en alguna dependencia o institución, de cualquier nivel u orden de gobierno, deberían ser los primeros en dejar de descalificar y pensar quién está a favor o quién está en contra del actual ,Gobierno de la República y del Presidente.
Más bien, cuanto antes deberían buscar la reconciliación nacional y, sobre todo, terminar desde los más altos niveles de gobierno con la descalificación y de una buena vez acabar con el “estás conmigo o contra mí”.
Pero además, deben entender, no basta terminar con las denostaciones hacia los adversarios, es urgente empezar a dar resultados concretos como administración en turno, tratando ya de dar respuesta a las demandas de los diferentes sectores, sin insistir en buscar responsables de lo malo y dejar, de una buena vez, de echar culpas a los emisarios del pasado.
De algo habrán servido los años de campaña y los meses previos a la toma de poder para conocer las necesidades de los ciudadanos y las dolencias de este país, por eso no debe haber más pretextos para comenzar a sustentar con hechos lo prometido en más de 12 años de campaña.
El pueblo es sabio, de eso no hay duda, pero no se vale seguir buscando respuestas en el colectivo, sino es necesario asumir la responsabilidad asumida una vez rendida la protesta como máximo mandatario de esta nación.
No tengo duda. Si desde arriba se asumen responsabilidades como Jefe de Estado, la unidad y el respaldo será unánime, como muestra las reacciones surgidas una vez hechas las declaraciones por el mismo Presidente Andrés Manuel López Obrador el lunes posterior a la citada marcha, en donde en vez de descalificar, reconoció el derecho a manifestarse, a disentir e incluso enfatizó “avanzaremos respetando las libertades”, y consideró además como algo lógico y natural la inconformidad de quienes no están a favor del gobierno actual
Una vez asumida esta postura de respeto al disenso, callaron muchas críticas y hasta hubo quien reconoció la necesidad de sumar voluntades a este proyecto.
Si esta va a hacer la actitud, simpatizantes y detractores entenderán estar ante una nueva manera de gobernar, el pueblo asumirá con paciencia el arranque del gobierno a poco más de cinco meses y continuará el beneficio de la duda hacia quienes juntos prometieron hacer historia, esperando así sea con fe y esperanza.
De mi parte, a pesar del escepticismo, seguiré desde mi trinchera haciendo mi aportación para mejorar este país, lo cual no significa dejar de ser crítico y mucho menos dejar de exigir se cumplan con las expectativa generadas ante la población, sobre todo en cuanto a hacer las cosas diferentes, terminar con la inseguridad, aminorar la desigualdad social, erradicar la corrupción, gobernar con transparencia, así como mejorar la economía y generar oportunidades para todos y no sólo para unos cuantos, entre otras muchas cosas prometidas.