Lo que empleados no pueden decir a clientes sobrados y patanes

En entrevista trabajadores de dos conocidas tiendas de autoservicio de Tlaxcala cuentan que es lo que siempre han querido decirles a los clientes y que por política de la empresa jamás han podido.

Aunque no lo crean los que empacan las cosas en el súper, los que acomodan los productos en los anaqueles, los que cobran y los que ayudan a estacionarse también tienen su corazoncito y el día de hoy algunos de ellos lo han abierto para contarnos todo lo que les molesta y les afecta de la actitud de los clientes y sus modales al comprar.

Generalmente lo primero que se ve al entrar a cualquier tienda de autoservicio es un guardia de seguridad privada con cara de pocos amigos, lleva en la mano un radio y un sello de entregado que usa para sellar los tickets de los clientes que compran electrónicos o en las cajas rápidas al interior de las tiendas. “Lo que más odio de los clientes que vienen a comprar es que por política yo tengo que saludarlos, pero parece que yo soy invisible para ellos, solo cuando tienen algún problema me buscan, si no ni hola dicen” – comenta – “Cuando agarramos a una persona robando todo se pone bien feo porque la gente no quiere reconocer que están robando y a veces otros clientes que no tienen nada que ver se meten a defender a los ladrones y nos acusan de abusivos, además aquí somos 4 compañeros ¿Qué vamos a hacer 4 contra 20 o 30 clientes enojados? Ya por eso aunque luego sabemos que roban los dejamos salir para evitar problemas”.

Al parecer en el área de pan sucede algo parecido: “Los clientes creen que no los vemos” – Comenta un hombre con cubrebocas, delantal y cofia blanca mientras golpea masa sobre una mesa para ponerla a hornear – “Pero desde aquí vemos clarito como le meten el dedo a los panes para ver si son del día o le quitan un cacho a la cubierta de la concha, yo si les decía que no, pero mi gerente me dijo que los dejara porque si no era más problema, entonces ya nada más los veo y me río porque al final se llevan el pan al que otros le han hecho igual”.

“Odio que los clientes revuelvan las cosas” – comenta una chica que acomoda productos en un anaquel – “No sé por qué tienen la maña de tomar lo que está ahí, verlo por una hora y dejarlo en otro lado aunque el lugar de donde lo tomaron esté frente a ellos” “También tienen la costumbre de tomar producto que están muy atrás del anaquel desordenando todo lo demás, a nosotros nos regañan si las cosas están mal acomodadas y parece que eso no les importa, o no lo saben, pero es de sentido común… Si mi trabajo es acomodar y está todo botado pues significa que no estoy haciendo bien mi trabajo”

“En la inauguración de la tienda se puso una isla de productos para botanear por gramaje, se dispuso de bolsas de plástico, contenedores de plástico y palitas para tomar las botanas y pesarlas para después ponerles el precio equivalente y lo que hacían los clientes era meter la manota y comerse las botanas o guardarlas en su bolsillos, varios compañeros nos dimos cuenta de eso y estuvimos siguiendo a quienes lo hacían para explicarles que eso era anti higiénico y que por consideración de los demás clientes dejaran de hacerlo y para qué, fue como si les aventáramos mierda en la cara, los más decentes lo negaban apenados pero no faltaron los que nos reclamaban diciendo que ellos eran clientes y que – Los clientes siempre tiene la razón – y que hasta se iban a quejar con el gerente por nuestra actitud”.

Una cajera y un empacador comentan que hay dos cosas que realmente podrían volver loco a cualquiera, la primera son las familias: “Siempre que vienen en familia el papá y la mamá por su lado mientras los niños corren por la tienda tirando todo y poniéndose en riesgo ellos y a los trabajadores, ser clientes no les da derecho a ser groseros o hacer lo que quieran” La segunda es el buen fin: “De pronto todos se vuelven locos por comprar cosas y nos apuran para cobrar y retrasan la fila discutiendo por cosas de precios y empaques que nosotros no podemos resolver”.

Un señor sin ánimo, vestido con pantalón azul marino, gorra y camisa azul claro cuenta que el peor trabajo en las tiendas de autoservicio es ser “cuidacoches” porque reciben reclamos de todos lados y ni les pagan sueldo fijo. “Aquí todo mundo nos dice que hacer, los de la tienda, los que traen los productos a la tienda y los dueños de los carros, antes nos iba más o menos, pero ahora ya casi nadie nos da monedas, la situación está difícil para todos y nosotros vivimos de lo que nos dan, compramos el uniforme y todo, pero ahora a veces ni un gracias o buenas tardes, nada le cuesta a la gente ser amable aquí estamos todos trabajando mientras Dios nos preste vida”. De pronto el hombre se levanta y se abalanza sobre un auto que va a salir.

Lo único que desean estos trabajadores es que se les trate como personas y no como muebles o esclavos que deban rendir pleitesía a sus clientes, que se respete su labor y por lo menos dirigirse a ellos con las nociones básicas de respeto.

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