Pagar por 30 años un departamento que a los 5 les salen detallitos y a los 10 comienzan a deshacerse.
Rosa Acosta
Cuando los desarrollos de INFONAVIT comienzan a venderse generalmente son otorgados a personas que inician su vida laboral y estos se hacen la ilusión de tener una casa propia y dejar de enriquecer a otros con rentas o vivir lejos de los suegros para empezar a vivir con un montón de familias desconocidas.
Es el caso de Juan “N” quien solicitó su crédito a INFONAVIT hace 20 años después de haber logrado cumplir con los requisitos que se le pedían, fueron cuestionados su edad y su salario, si su patrón ha pagado en tiempo y forma las aportaciones que corresponden, la cantidad de ahorro, la camisa que trae puesta, si llegó en auto propio o transporte público, si porta joyas, si es blanco, apiñonado o moreno, si sus zapatos están limpios al igual que sus manos, todo esto para determinar si cuenta con 116 puntos necesarios para pre calificar a un crédito INFONAVIT.
La suerte estuvo de lado de Juan y obtuvo la pre aprobación, seguido de cientos de trámites, sacar copias, firmar documentos, ir y venir, para que al fin después de 3 meses, el promotor inmobiliario lo lleva al desarrollo habitacional más reciente a las orillas de la cualquier rastro de civilización para que “eligiera” el hogar de sus sueños.
Tuvo que escoger entre 3 modelos, el chico y accesible, el pequeño y en tercer piso, o el que tiene patio compartido pero al final de la unidad habitacional, a los 10 minutos de pensarlo -porque el asesor inmobiliario se tenía que ir- se decidió por el pequeño y accesible a su economía, firmó el último documento y le dieron fecha de entrega que sería dentro de un mes.
Al fin llegó el día de la mudanza, Juan llegó con su familia, sus pertenencias y todas sus ilusiones que tuvieron que esperar hora y media para poder entrar a su nuevo hogar porque el delegado de ese entonces traería a la prensa y fotógrafos para que vieran que si se apoya a los que menos tienen.
Antes y durante la foto oficial todo era sonrisas, apretones de mano y felicitaciones una vez tomada la foto los funcionarios sin decir adiós , subieron a sus autos para ir a otra entrega, Juan se quedó con el asesor inmobiliario que lo hizo firmar otra tanda de papeles y al fin recibir su juego de dos llaves para una cerradura que fácilmente podía ser abierta con una tarjeta de plástico o cualquier objeto por lo corriente de esa chapa.
A pesar de todo, Juan entró sonriente a su casa, imaginó junto con su esposa e hija la disposición de los muebles, donde se sentarían a ver la televisión, el lugar donde pondrían la mesita para comer y soñar con poder comprar una pequeña cocina integral.
Así pasó el día y la familia cansada se fue a dormir o eso creían porque no contaban con que el vecino de arriba al que ya que habían entregado su casa un mes antes tenía fiesta por el primer cumpleaños de su hijo, toda la noche hubo música, risotadas, gente bailando y conflicto de borrachos, Juan y su esposa desde su cama veían el techo de su casa contrariados porque el ruido era tal que parecía que estaban en la fiesta del vecino ahí sus ilusiones de vivir en paz comenzaron a desmoronarse.
Durante la primera semana de estancia se enteraron que a su vecina de a lado la dejó el marido con un hijo, que los de arriba les encantaba la música grupera y sólo una canción de Shakira que ponían repetidas veces a lo largo del día y que en el departamento de enfrente vivían 6 personas, todos eso lo descifraron sin tener que preguntar, las paredes eran tan delgadas que todo se escuchaba.
Sin embargo. Juan estaba empeñado en que podía vivir una vida tranquila con su familia, con esa premisa un día se levantó y fue a su sala para darse cuenta que tenía su propia alberca en medio de la habitación, al llamar al plomero este le dijo que las tuberías eran demasiado delgadas y no soportaban la presión del agua del tinaco.
Para evitar un corto circuito, Juan bajó el switch de la electricidad que le dio una descarga eléctrica que a palabras del electricista que tuvo que contratar “la corriente no está aterrizada joven, le dejaron el cable pelado nomás”, tras todos estos desperfectos y haberlos pagados de su bolso fue a INFONAVIT a reclamar y su respuesta fue “huy joven usted ya firmó pero le vamos a enviar un inspector que revise su caso”.
Al regresar esa tarde de la oficina de INFONAVIT, Juan se dio cuenta que le habían abierto la puerta y que gracias a Dios no se habían llevado nada porque no tenía nada de valor a pesar de haber estado en su casa cerca de 2 años no ha podido comprar la cocina integral ni una T.V. más grande para disfrutar en familia ni nada más allá de 3 sillas y una mesa de metal Carta Blanca que le había regalado un compadre.
A lo largo de los años trató de ponerse de acuerdo con los vecinos sobre el volumen de la música y los horarios adecuados para ponerla ganándose el odio de los mismos, tuvo que poner protección a sus ventanas, invertir en lozas porque el piso original era auto adherible, descubrir que la cisterna era compartida y durante un tiempo tuvo que pagar la luz de la bomba de agua porque sus vecinos por hacerle la maldad no pagaban la cuota con el pretexto de que si la bomba estaba en la propiedad de Juan era su responsabilidad.
Ante esto, tuvo que mandar a poner una bomba sólo para él y dejar que los vecinos se las arreglaran solos, también presenció como algunos vecinos se iban y llegaban otros , algunos peores que los anteriores y otros muy respetuosos.
También le tocó enterarse que las diminutas áreas verdes de su propiedad no le pertenecían sino que eran propiedad del municipio y jamás vio a ningún representante del municipio hacerse cargo.
Al fin y después de 20 años terminó de pagar su departamento por el doble de su valor, el inspector que una vez le dijeron que iría a tomar su caso nunca llegó, con la deuda en ceros decidió vender y buscar algo mejor pero en INFONAVIT le dijeron que no podía vender hasta después de 6 años de liquidar la deuda, así que Juan tendrá que esperar 6 años más para poder librarse de su hogar.