Por Fernando R.
“En política hay sumas que restan”
Al margen del inicio de la veda electoral y de la ratificación de Ricardo Anaya como candidato presidencial del PAN, en la elección interna de ayer, considero importante hacer un corte de los movimientos aparentemente ágiles emprendidos por este personaje durante los últimos meses.
La gestación de una alianza nacional que parecía imposible con PRD y Movimiento Ciudadano lo colmaron de reconocimientos de aquellos que no le tenían ni buena ni mala fe, y de un odio tintado de temor por parte de sus principales opositores. Éstos últimos responsables de desencadenar una guerra sin tregua a través de sus diversos medios de comunicación aliados.
Por parte de los escépticos del panorama electoral de 2018, Anaya también obtuvo un interés legítimo: la esperanza de encontrar una tercera vía entre la continuidad del tecnocratismo falto de carisma y resultados impulsado por el PRI, y el proyecto optimista de nación que no expone cómos ni pone el ejemplo con sus militantes, muchos de ellos refugiados oportunistas de otros partidos, representado por MORENA.
La alianza planteada por Anaya, a la que se sumaron los entonces dirigentes nacionales del PRD y MC, respondió contundentemente a quienes legítima o malintencionadamente dudaban de la convergencia de ideologías de cada uno de esos partidos: hasta en los países con sistemas democráticos más consolidados que México, las alianzas entre partidos de derecha, izquierda y centro son establecidas con frecuencia, citando el caso de Alemania, donde dichas alianzas se instruyen generando en primer lugar una agenda común.
El Frente Ciudadano (como se lo nombró en un principio) buscó integrar a sus filas a intelectuales (Denise Dresser, Jorge Castañeda, Héctor Aguilar Camín, etc.) y a personajes destacados del activismo social como Claudio X. González, para que nutrieran con sus ideas y su representación a dicha plataforma.
Los errores de Anaya comenzaron en ese punto: fracasó en su convocatoria por incluir ciudadanos destacados en sus candidaturas y, en su lugar, privilegió las propuestas de los “caciques locales”, tal como la esposa del exgobernador de Puebla, Martha Erika Alonso de Moreno Valle, el hijo del gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Márquez y el hijastro del también mandatario de Morelos, Rodrigo Gayosso.
Nuestro bello estado no quedó fuera de estas excentricidades. Se despacharon las candidaturas federales (o se están despachando) en favor del PAN, a cambio de dejar libre el primer lugar de la fórmula por la Senaduría para el PRD, partido que, hasta ahora, ha priorizado a un personaje de dudosa capacidad técnica y experiencia gubernamental que -aparte de todo- tiene un proceso judicial pendiente: Alberto Amaro Corona. Y lo que sorprende no es ese sacrificio por una posición, sino que teniendo a personajes con mayor trascendencia y trayectoria como Gelacio Montiel, las “tribus” sucumban a la exigencia de un grupo tan añejo como dañino para su partido (los Chuchos).
Últimamente, como por arte de magia, Alberto Amaro es expuesto como un gran conocedor del ámbito legislativo, que lo mismo opina de educación que de movilidad, pero que poco ha aportado a nuestro Congreso Local, más que apariciones en tanto se acercan las decisiones de su partido.
De igual manera, se dejó fuera de la jugada a Movimiento Ciudadano, para postular -¿por qué no?- a la representante del legado “Ortiz”, Alejandra Ramírez Ortiz. Imagino que Anaya y su gente en Tlaxcala debieron sopesar el panorama a la luz de la máxima “hay sumas que restan”.
Con este tipo de decisiones, el Frente se ha cerrado la puerta a ser considerado “Ciudadano”, y mejor se resignaron a cambiar su denominación a “Por México al Frente”, misma coalición que parece preocuparse más por lo nacional y por los estados más importantes en número de electores, que en construir un verdadero Frente contra el pacto de impunidad.
Agotado el recurso del “Ciudadano”, Anaya y su Frente tienen en este periodo de Veda Electoral y a lo largo de la Campaña, la dura tarea de recuperar y crear credibilidad en el electorado a partir de representar a la “Gran Oposición”, esa que -como lo mencionó Enrique Alfaro en Jalisco- busque no solo representar a un partido político, sino cambiar a un sistema entero. Esto más probable, en la medida en que sus candidatos en los estados sean personajes que REALMENTE busquen acabar con la impunidad, y no quienes se han CUBIERTO con ésta.
Conforme se acerque el día de las elecciones, esperamos ir desentrañando y descubriendo las verdaderas propuestas y prioridades de cada coalición y partido político. Esperamos contar con su atención, apreciable lector, para acompañarnos en este espacio de opinión y análisis.